Hoy voy a
hablaros de mi perro. Es un Fox Terrier, tiene ocho años y se llama Koki.
Koki pasó a
formar parte de mi vida por casualidad, no fue algo premeditado. Un día, de
buenas a primeras, teníamos en casa con una bolita peluda que no levantaba un
palmo de suelo y con más genio que un Pitbull. No tardé en descubrir lo que
suponía tener un cachorro y el peligro que corría cualquier cosa que quedara al
alcance de sus diminutos y afilados dientes, lo que es salir a la calle mil
veces para enseñarle donde hacer sus “cosas” (por suerte, es un chico listo y en
enseguida entendió como iba la cosa) y sobre todo, descubrí lo mucho que
aportan los perros a tu vida.
Reconozco que
no es el mejor educado, el más sociable, ni el más obediente. No me importa,
porque me encanta su carácter fuerte, su energía, sus ganas de jugar, lo
divertido y cariñoso que es (cuando quiere). La alegría con la que sale a
recibirte, la forma en que se acurruca a tu lado en el sofá o la adoración con
que te mira, eso, no tiene precio.
Tener un
perro implica compromiso, en ocasiones anteponer sus necesidades a las tuyas,
darle calidad de vida porque es tu responsabilidad, porque es uno más de la
familia.
Y este es
Koki:
Si os
interesa saber más sobre esta raza, solo tenéis que pinchar en la foto. En la web
“Experto animal” os cuentan un montón de cosas sobre los Fox Terrier y otras
muchas razas.